Emprendimiento rural femenino. Las brechas que no se terminan de cerrar

Las dificultades de las personas que emprenden son harto conocidas. Por lo general, el esfuerzo de quienes emprenden suele estar rodeado de trabas, obstáculos y dificultades que se desarrollan en la cotidianeidad de llevar a buen término la idea de emprendimiento, la compra- venta de productos o servicios, a lo que hay que añadirle las dificultades con las que tienen que lidiar con las administraciones afectadas en el desarrollo de la actividad emprendedora. Probablemente por ello, las diferentes administraciones refuerzan sus políticas con propuestas que incentivan el emprendimiento, con escasa coordinación o complementariedad.

De forma casi inconsciente, solemos pensar en el emprendimiento en un ámbito urbano, excluyendo casi por completo las características específicas de los pueblos, de municipios pequeños, dispersos en el territorio, con menos servicios a disposición de las empresas o de los emprendimientos iniciales o con posibilidad de consolidación. En este ámbito, pues, hay un obstáculo más que superar.

El emprendimiento específico y propio de las mujeres puede generar controversias. Hay quienes piensan que no hay diferencias, hay quienes piensan que ha de ser impulsado por las características propias de la situación que la mayoría de las mujeres suelen tener. Habrá también quienes, siendo mujeres, trasladen en foros o jornadas que ellas no han tenido ninguna dificultad con respecto a sus compañeros varones.  Hay, como siempre, opiniones para todos los gustos, sobre todo cuando la diversidad en este ámbito es tan amplia. Pero no deja de ser llamativo que sea la propia Patricia Botín, en un foro empresarial en octubre de 2023, la que anime a los empresarios a que “les den oportunidades a sus hijas” para que no paguen el “impuesto de familia”, poniendo sobre la mesa la eterna discusión sobre si las mujeres parten de situaciones de desventaja respecto a los hombres.

Vayamos a los datos para poder dejar la opinión a un lado. El interesantísimo informe de la Fundación Andalucía Emprende elaborado en 2021, “Barreras y oportunidades para las emprendedoras y autónomas de Andalucía” establece que las principales barreras al emprendimiento femenino son: el techo verde (dificultades de acceso a la financiación), la baja participación en redes sociales y empresariales, las dificultades para conciliar la vida profesional, personal y familiar, la brecha de género en el uso de las TIC, la falta de referentes femeninos, el escaso reconocimiento de la contribución de las mujeres y la falta de apoyo institucional especializado.

En el ámbito rural, el “Informe Emprendedoras Rurales en España”, elaborado por el Observatorio del Emprendimiento de España (GEM) señala que 2 de cada 10 mujeres de la “España vaciada” ya están emprendiendo un negocio por cuenta propia y más del 8% ya cuenta con un proyecto consolidado. Según el estudio, el 20% de las mujeres de entornos rurales con edades comprendidas entre 18 y 64 años se encuentran inmersas en alguna de las fases del proceso emprendedor.

“Tradicionalmente, el medio rural ha presentado unas particularidades que han condicionado el papel de las mujeres. A pesar de haber sido el sostén familiar, muchas han estado en desigualdad en cuanto a la propiedad de los bienes, la gestión o la toma de decisiones. La importancia de la mujer emprendedora radica en su capacidad para generar empleo y riqueza impactando social y medioambientalmente en su territorio”, señaló la presidenta del Observatorio GEM en Castilla y León, Nuria González.

La Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR) indica que las mujeres rurales emprenden más que las que se encuentran en las ciudades, un 54% frente al 30%, pese a que las mujeres autónomas encuentran grandes dificultades a la hora de iniciar un negocio en el medio rural. Las principales barreras que tienen las emprendedoras rurales, que no pueden contemplarse de forma aislada, sino como una combinación de la mayoría de estas situaciones son: la visibilización (las emprendedoras están lejos de los grupos de poder y de decisión de los núcleos urbanos), la financiación (las entidades de crédito mantienen el sesgo de género en la concesión de créditos, pese a que la tasa de morosidad de las mujeres es inferior a la de los hombres), la digitalización, la burocracia y la formación en gestión empresarial son otros de los obstáculos señalados.

El propio Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación dedica en su web en el apartado de “Desarrollo rural” un espacio según el cual, “Las mujeres del medio rural resultan determinantes para su vertebración territorial y social, y son un vector para la innovación y el emprendimiento rural. Sin embargo, en el medio rural todavía se mantienen escenarios de desigualdad entre mujeres y hombres en un grado más acusado de lo que ocurre en el medio urbano”. Las mujeres rurales son esenciales para el mantenimiento y desarrollo sostenible de la vida y de la riqueza de los pueblos. Las mujeres son claves para la lucha contra la despoblación, pero han estado relegadas a un papel secundario en el trabajo formal junto con un escenario desfavorable en las que se incluye la falta de oportunidades, lo que ha generado una huida hacia las ciudades.

Esta situación, sin embargo, no ha sido un obstáculo para que su determinación emprendedora continúe, a pesar de todo. El Informe del Observatorio GEM citado indica que el 53% de las mujeres rurales emprende en el sector consumo, el 16% en la industria y el 15% en el sector de la obtención de recursos del medio natural. Con relación a la inversión, este estudio apunta que el 70% de las mujeres rurales emprendedoras necesitan menos de 30.000€ para poner en marcha su negocio, aunque la cantidad invertida con más frecuencia es de 10.000€.

¿Cómo podemos, entonces, apoyar a aquellas mujeres que o bien tienen ganas de emprender, o no lo tenían previsto, pero piensan que es su única opción en el medio rural? No hay remedios claros y concretos para solucionar toda esta cuestión, ya que hay que abordar el cambio de mentalidad social y cultural en cuanto a los roles y estereotipos sobre las mujeres. Esto no puede hacerse solamente desde las mujeres y sobre las mujeres. La concienciación y sensibilización sobre la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres también ha de abordarse también sobre la población masculina, porque las barreras en los pueblos tienen miradas concretas, discursos en boca de personas individuales en los bares y en plazas, indicaciones sobre qué espacios han de ocupar las mujeres y cuáles son sus obligaciones. Las opiniones de la comunidad en la que vivimos son muy influyentes y a veces, las mujeres están mucho más influenciadas por éstas que los hombres.

Las brechas son diversas, complejas, y el abordaje ha de hacerse a medio y largo plazo. Mientras tanto, las mujeres emprendedoras en el ámbito rural siguen, día a día, rompiendo barreras, uniendo esfuerzos y aliándose para potenciar sus proyectos, reforzar sus conocimientos y continuar formándose para ser competitivas, pese a todo.

El abordaje habrá de ser estructural, con todas las administraciones coordinadas, trabajando sobre un gran acuerdo o estrategia para abordar el problema de la despoblación, las necesidades específicas de los territorios, las de los apoyos económicos y financieros sobre emprendimientos liderados por mujeres, además de contar con todo el trabajo que se está haciendo ya desde asociaciones o federaciones de mujeres en el ámbito rural. Y siempre, con la mirada puesta en la consecución de objetivos a medio y largo plazo, ya que, de lo contrario, estaremos “parcheando” la compleja situación, sin ofrecer al medio rural soluciones reales y funcionales para varias generaciones.

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