La Ley General de Publicidad, redactada en 1988 y con diferentes modificaciones a lo largo de los años (la úl>ma del 30 de diciembre de 2009) busca la mejora de la protección de consumidores y usuarios, reflejando en su artículo número tres, la regulación del concepto de “Publicidad desleal”, definiéndola como “La que por su contenido, forma de presentación o difusión provoca el descrédito, denigración o menosprecio directo o indirecto de una persona, empresa o de sus productos, servicios o actividades” (Sic.)
Es decir, la que induce a la confusión con las empresas – actividades y que no se apoya en características esenciales, afines y objetivamente demostrables en cuanto productos o servicios.
Interpretar esta tendencia en el pasado hasta la irrupción digital con el concepto de “viralización” implicaba evitar la publicidad compara>va entre empresas (algo que en otros países como EE.UU ha estado permitido y que compañías como Coca-Cola o Pepsi explotaron hasta la saciedad, en España estaba totalmente prohibido)
Con la irrupción de las “Fakes” y el contenido creado por usuarios supuestamente anónimos, parece que la Ley General de Publicidad española se ha vuelto impotente para poder regular estos contenidos.
Hace unos días despertábamos con una nueva “desenfada” tendencia vinculada a una de las empresas de distribución más importantes del país, foco desde hace mucho de diferentes trends y contenidos virales “aparentemente inocentes” que van desde la comparativa bajo precios erróneos, la calidad de alguno de sus productos o incluso de supuestas “influencers” que dejan su ropa interior en panaderías o fruterías de la cadena.
Ahora, como si fuera un Tinder segmentado por las ciudades y pueblos de la geografía del país, sus departamentos de frutería o vinos se han convertido en supuestos puntos de encuentro para conquistar almas de ambos sexos que buscan entre burdos códigos la manera de encontrar el amor defini>vo o casual. Engagement a golpe de piñas, vamos.
La pregunta sería si estas acciones, aparentemente inocentes y con un alto grado de viralidad, que incluso se han reflejado en medios de comunicación tradicionales (desesperados por incrementar su cuota de audiencia desde hace años) tienen una intencionalidad más allá de fomentar las conquistas bajo la excusa de los lineales de producto. Mi respuesta es “Si”.
Hoy en día, las estrategias de comunicación, cada vez más sofisticadas pero también más previsibles, intentan, en lo que parece un acercamiento a una determinada empresa, buscar el desgaste de su posicionamiento y derrumbar valores que están vinculados a su estrategia.
Que nadie dude que la publicidad desleal globalizada ha llegado para quedarse, y regularla cada día será más y más complejo. ¿Quién está detrás? ¿Otras empresas de distribución o una simple e inocente persona que intenta implantar una nueva tendencia que no llegará a materializarse?
Los consumidores del siglo XXI tienen la respuesta, ellos y también su capacidad de aprendizaje social y digital. Sin duda veremos acciones similares en otros sectores productivos, de calado mercan>l y social, tiempo al tiempo.

Técnico publicitario especializado en el mundo del branding, la identidad corporativa, el diseño gráfico, la formación técnica y técnicas de marketing. Cuenta con una dilatada trayectoria profesional al servicio de empresas e instituciones en los campos mencionados.