Los que ya peinamos canas, desde la irrupción de internet y la aparición de los correos electrónicos como medio de comunicación, nos suscribimos a determinadas plataformas para contar con un correo gratuito y accesible en todo momento.
Lo que no sabíamos que lo «gratuito» tenía su contrapartida monetaria: el dato. Dichas tecnológicas se nutrían de estos y hacían negocios, que, con el paso del tiempo, se incrementaron de forma exponencial traduciéndose en beneficios. Nos inscribimos sin tener conciencia de la vulnerabilidad y la dispersión de los datos, engordando la cartera de estas empresas.
Hace poco, hemos podido conocer la disrupción tecnológica del Big Data, que se refiere a la gran cantidad de datos que se utilizan para el desarrollo de la tecnología que está en boca de todos: la inteligencia artificial. Lo que nos tiene que quedar claro que, como dice el refrán: lo gratuito sale caro. Esa gran cantidad de datos se ha convertido para dichas tecnológicas en el nuevo oro, y poco a poco se van sucediendo noticias sobre su regulación y la llegada de sanciones o multas a las empresas por la disposición indiscriminadas de estos, llegando a atentar contra el derecho a nuestra intimidad.
El hecho de inscribirte a los servicios que ofrecen las plataformas y la suscripción a determinados boletines o páginas de internet, significa que incorporamos datos de los que se valen las compañías para obtener información y establecer estrategias de venta, ya que en base a esta información elaboran el perfil de sus clientes para tratar de embaucar a los mismos y obtener beneficios.

Soy consultor y gestor de proyectos de I+D+i, licenciado en Ciencias Empresariales, apasionado por la innovación, mi trabajo consiste en la puesta en valor de la transformación digital en los modelos de negocio para que la empresa sea más competitiva. Mentor de Startups